¿Y TÚ…QUÉ TANTO SABES DE…?
Seguramente alguna vez asististe
a una reunión muy chic y no supiste
qué hacer con ese ejército de cubiertos y copas que se situaban en la mesa… o
que tal que fuiste a una entrevista de trabajo y, aunque te preparaste mucho
para aquel momento, algo pasó que te quedaste esperando esa llamada telefónica
que te diera la noticia de ser el nuevo Director de Proyectos de Marketing… o
peor aún, era tu primera cita con esa persona especial y solo te la pasaste
hablando de tu ex-novi@, motivo por el cual no te volvió a llamar…
Si te sentiste identificado con
alguna de estas situaciones, te tengo una noticia, necesitas urgentemente conocer y poner en práctica EL
PROTOCOLO, pero te preguntarás ¿Qué es eso y para qué me sirve?...
El protocolo, es esa palabrita que tanto
escuchamos y que suena, hasta cierto punto, muy complicada pero que no es más
que el seguir las reglas que la misma sociedad, por decreto o por costumbre
establece, para que las relaciones entre las personas sean menos problemáticas.
Son simplemente, esas normas de
comportamiento que nos ayudarán a conducirnos con mayor facilidad ante
situaciones sociales como la primera cita, la comida con los suegros, las
bodas, exposiciones o presentaciones literarias, funerales; en actos
profesionales como una entrevista de trabajo, una comida de negocios, un
brindis de aniversario o, en situaciones de mera convivencia casual humana como
el entrar a un elevador, abordar un avión, subir escaleras, andar en la vía
pública, cuidar el medio ambiente, etcétera… ¡Uff! Parece tan complicado vivir con tantas reglas y todavía tener
que lidiar con lo que los demás esperan de nosotros.
Debemos tomar en cuenta que los
seres humanos aceptamos o rechazamos algo (o alguien), con base en lo que nos
hace sentir y, es precisamente eso, que influye en la imagen que los demás se
forjan de nosotros. Esa imagen, cuando es recurrente y sostenida en el tiempo,
se traduce en una “etiqueta eterna” que nos distinguirá de una forma muy
particular y nos dará un cierto valor, positivo o negativo, que influirá, a su
vez, en el trato que los demás nos den.
Si a todo lo dicho anteriormente
le tenemos que sumar el hecho de “saber comportarnos” en diferentes
circunstancias, pensemos en que llega a ser una situación de mucha relevancia
para poder “encajar” en el círculo al cual pertenecemos; por ello, te invito a
que no sólo te enfoques en actualizarte constantemente en tu área, o trabajar a
marchas forzadas por lograr un objetivo determinado, sino que inicia por hacer
una reflexión exhaustiva de tu yo interior que te lleve a responder una
pregunta básica: ¿qué imagen quiero proyectar a los demás?
Te voy a contar una anécdota (y
aquí se vale decir el primo de un amigo): Alguien, en alguna ocasión, llega a
mí con un gran coraje, despotricando porque sus subordinados no acataban ni una
sola orden de las que él daba, evidentemente, el trabajo estaba atrasado; se
jactaba de ser un jefe condescendiente, con un sentido de escucha bastante
desarrollado, empático, siempre preocupado por su gente, como para que ellos le
pagaran de esa forma. Al escuchar semejante lamento e impotencia y una que otra
palabra altisonante (sino es que más bien escuché una expresión decente de una
amplio lenguaje altisonante) y observar detenidamente, de pies a cabeza, el
atuendo que en ese momento portaba, me limité a externarle con todo respeto
que, si quería ser obedecido por la gente que tenía a su cargo y si esperaba
que ellos aportaran su máximo esfuerzo por sacar adelante el proyecto, tenía
que comenzar por dejar de lado la mezclilla para darle paso a un pantalón
formal.
Suena absurdo pero, aunque se
trate de un autorizado “viernes social”,
existen códigos de vestimenta que, más allá de estar o no a la moda, se trata
de una estrategia de imagen que, aunado a nuestros actos, nos posicionan como
profesionales y sobretodo, nos permite ser influyentes en los demás. Para este
hombre, no bastaba con ser empático, condescendiente y tener todos esos
atributos que decía poseer, sino que debió tomar en cuenta que la respuesta que
las personas tienen para con nosotros, se resume un una imagen coherente y un
trato especial.
Como podrás observar, el protocolo
obliga a tomar en cuenta cuestiones como códigos de vestimenta, el saludo, la
sonrisa, el manejo efectivo de juntas, las negociaciones, las precedencias, el
manejo del estrés, el uso de los medios de comunicación como el dispositivo
móvil, mail, redes sociales, blogs y páginas web, así como el comportamiento en
la mesa, etiqueta, el uso adecuado de los cubiertos, copas e implementos, los
brindis y el arte de regalar.
Conocer cómo funcionan cada uno
de estos factores, pero sobretodo, reconocer las ventajas que ello trae tanto a
nuestra vida personal como profesional, nos ayudará enormemente a potencializar
nuestra imagen y a posicionarnos como expertos en el área dentro de la cual nos
desarrollamos.
Me atrevo a ponerte un último
ejemplo… imagina que estamos en una cena y tenemos el gusto de conocernos…
estoy hablándote justamente de la importancia del protocolo, pero lo que más te
llama la atención de mí no es precisamente el interés de mi tema de
conversación, sino mi poco estilo para comer
un bocadillo, pues en cualquier momento no sabes si un pedazo de comida saldrá
expulsado de mi boca... ¿Me creerías si te digo que soy Consultor en Imagen?...
TU IMAGEN PERSONAL, es la herramienta del éxito PROFESIONAL...
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